¿Dónde estamos?

Argentina está situada en el Cono Sur de Sudamérica, limita al norte con Bolivia, Paraguay y Brasil; al este con Brasil, Uruguay y el océano Atlántico; al sur con Chile y el océano Atlántico, y al oeste con Chile. El país ocupa la mayor parte de la porción meridional del continente sudamericano y tiene una forma aproximadamente triangular, con la base en el norte y el vértice en cabo Vírgenes, el punto suroriental más extremo del continente sudamericano. De norte a sur, Argentina tiene una longitud aproximada de 3.300 km, con una anchura máxima de unos 1.385 kilómetros.
Argentina engloba parte del territorio de Tierra del Fuego, que comprende la mitad oriental de la Isla Grande y una serie de islas adyacentes situadas al este, entre ellas la isla de los Estados. El país tiene una superficie de 2.780.400 km² contando las islas Malvinas, otras islas dispersas por el Atlántico sur y una parte de la Antártida. La costa argentina tiene 4.989 km de longitud. La capital y mayor ciudad es Buenos Aires

PAPA FRANCISCO

PAPA FRANCISCO

Giuseppe Garibaldi - Un pirata en el Río de la Plata

¿Y qué decir de los europeos que venían a civilizarnos? Uno de esos civilizadores fue el mercenario Giuseppe - el mismo - Garibaldi.

En sus Memorias describe las tropas que comandaba durante su campaña naval de en 1842:

“Los equipajes que yo mandaba estaban compuestos por hombres de todas las naciones. Los extranjeros eran, en su mayor parte, marinos, y casi todos desertores de barcos de guerra; debo confesar que éstos eran los menos díscolos. Entre los americanos, la generalidad habían sido expulsados de los ejércitos de tierra, por varios delitos, muchos por homicidios. De modo que eran verdaderos canallas desenfrenados y se necesitaba todo el rigor posible en los barcos de guerra para mantener el orden.” (Garibaldi, Memorias, t.I.p.176)

Este forajido, nacido en Niza pero criado en Italia, era el jefe de los vándalos que saqueaban las costas del río Uruguay. “Las jóvenes corrían despavoridas por las calles de Colonia del Sacramento, aullando de terror con sus ropas desgarradas. Los saqueadores arrasaban con todo lo que encantaban. El cielo parecía cobrar vida con el relumbre de los incendios”... “difícil de mantener la disciplina –se justifica el gringo en sus Memorias- que impidiera cualquier atropello, y los soldados anglofranceses, a pesar de las órdenes severas de los almirantes, no dejaron de dedicarse con gusto al robo en las casas y en las calles. Los nuestros, al regresar, siguieron en parte el mismo ejemplo aún cuando nuestros oficiales hicieron lo posible para evitarlo. La represión del desorden resultó difícil, considerando que la Colonia era pueblo abundante en provisiones y especialmente en líquidos espirituosos que aumentaban los apetitos de los virtuosos saqueadores”.


Como vemos, Garibaldi admite que en sus hordas participaban anglofranceses, que a pesar de ser representantes de la civilización, no respetaron ni siquiera la iglesia, ya que en ella se celebró la victoria con orgías y borracheras.


Días después, la escuadra de esta horda de vándalos se interna en el río Uruguay, y al llegar a Gualeguaychú repiten el saqueo. El pueblo estaba desguarnecido y fue fácil presa para los italianos, que actuaban a las órdenes de la escuadra anglofrancesa . “Durante dos días los legionarios saquearon las casas de familia y principalmente las de comercio” -dice el historiador Adolfo Saldías apoyándose en las protestas de los comerciantes (sardos, españoles, portugueses y franceses) que la Gaceta Mercantil publicó el 23 de octubre.

A tal extremo llegaron las cosas, que en el propio campo riverista surgieron voces de protesta. Don José Luis Bustamante le escribía a Rivera: “Garibaldi saqueó La Colonia y Gualeguaychú escandalosamente: no puede contener a la gente que lleva. Esta marcha nos desacreditará mucho.” (Adolfo Saldías, ob.cit.t.IV, p.216)


Éstas fueron las hordas del “Chacal de los tigres anglofranceses”, -como lo llamó la prensa- que fueron derrotadas en Costa Brava por Almirante Guillermo Brown. El viejo almirante, hombre cuya altura moral no permite poner en duda su veracidad, al comunicar a Rosas la victoria le decía:
 
“La conducta de estos hombres, excelentísimo señor, ha sido más bien de piratas, pues que han saqueado y destruido cuantas casa o criatura caía en su poder, sin recordar que hay un Poder Supremo que todo lo ve y que tarde o temprano nos premia o castiga según nuestras acciones.” (La Gaceta Mercantil, 20 de septiembre de 1842)


Pero no era sólo Garibaldi el que cometía excesos. En la Ensenada, los franceses e ingleses saquearon e incendiaron buques neutrales e hicieron fuego sobre un bote argentino después de haber levantado ellos bandera de parlamento.
 
En presencia de tales atrocidades, Rosas expidió un decreto por el que ordenaba que los comandantes, oficiales y marineros tomados después de la comisión de hechos de esta especie fueran juzgados como reos del orden común.

Fuente: La Gazeta Federal
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